Escuela

Bullyng-Acoso escolar. ¿Cómo actuar?

11 mayo, 2016

Parece que la palabra “bullying” se ha introducido en nuestro vocabulario de un modo lento pero sin pausa. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, un 24,8% de los niños españoles entre 11 y 18 años sufren o han sufrido en algún momento “bullyng” o acoso escolar. En el 90% de los casos los niños manifiestan señales de alerta que los padres no llegan a identificar.

El acoso escolar se ha convertido en una preocupación para los padres sobre todo tras sucesos ocurridos en nuestro país con víctimas mortales. Los padres sienten muchas veces que los protocolos de actuación de las instituciones son insuficientes o directamente no se aplican para hacer frente a este problema.

En ocasiones los padres detectan el problema, otras veces somos los pediatras quienes lo detectamos tras ser consultados por síntomas como dolor abdominal persistente, molestias varias,rechazo a ir a la escuela; tras haber realizado pruebas diagnósticas y no llegar a una causa orgánica del problema planteamos la posibilidad de que algo pueda estar pasando y llegamos al diagnóstico. Eso a pesar de lo que me dijo hace unos años un profesor de primaria (el peor profesor que he conocido en toda mi vida), que fue incapaz de detectar y manejar un caso de bullyng que se estaba dando en su aula. Sus palabras fueron: “Tú como pediatra dedícate a curar los moquitos”. Pues sí, a los pediatras nos importan “los moquitos” pero también el acoso escolar, y mas aún cuando hay profesores de este tipo que no ven más allá de la pizarra, y que les sobrepasa el egocentrismo más puro y absoluto.

Los padres a partir del momento en el que existe una sospecha clara de lo que está ocurriendo, deben hablarlo con el profesor que ya se encargará de observar en el áula el comportamiento y relación con los otros niños.

Ni la comunidad educativa ni los padres parecen muchas veces, lo suficientemente implicados en la prevención de conductas agresivas que pueden dejar en las víctimas secuelas psicológicas de por vida. Las nuevas tecnologías, de uso muy extendido entre los preadolescentes agravan el problema, pues no solo permiten prolongar el acoso más allá del recinto escolar y a cualquier hora del día, sino incluso perseguir a la víctima allí donde vaya si su familia decide cambiar de centro.

Afrontar el “bullyng” va a exigir por tanto  una mayor implicación, tanto  de las familias como de la comunidad educativa. Todos debemos estar atentos a los cambios repentinos  de ánimo y a los síntomas de depresión y angustia que pueden identificar un caso de acoso. Los padres de los agresores también tienen una gran responsabilidad. El acoso no es una cosa de críos: es un comportamiento lesivo y cruel que contribuye a consolidar una personalidad intolerante, refractaria a las diferencias y profundamente asocial.

Ante la mínima sospecha, siempre investigar el caso. La no resolución de este tipo de conflictos a su debido tiempo solo lleva a enquistarlos en el tiempo.

 

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